miércoles, 2 de octubre de 2019

UNA COSA ASÍ...



   "Antaño, los devotos llevaban tabernáculos (en la imagen) para poder mantener sus devociones incluso cuando estaban lejos de casa. Sus dioses estaban dentro de esas cajas, protegidos y atesorados. Los seguidores del Tao creen que los dioses están dentro de ellos mismos. Por lo tanto dondequiera que vayan llevan los dioses en su interior. Durante sus viajes, cuando llegan a un lugar de descanso, abren no un receptáculo sino a sí mismos. Llevan su sentido de "hogar" en su interior. 
Una vez que la gente conecta con su fuerza interna, las maravillas del viaje no terminan".


-Meditaciones taoístas





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3 comentarios:

Anónimo dijo...

El tabernáculo es una pedrá de silencio en un templo de nubes. Un recinto sagrado , una tabla de río, un instante que flota como un pensamiento que se alza y que vuela más allá de tus ojos. Cuando algún pobre afligido sufre de injusta persecución, se dice, se dijo o se dirá que su alma, convertida en golondrina, hallará refugio en ese espejo viajero o ventana sin voces, como bosque de gloria llamado tabernáculo.

Anónimo dijo...

Un tabernáculo, sin excluir la visión taoista, que me merece todos los respetos, es el arca donde los fieles se citan con su Dios para afirmar su identificación, para sacar al exterior sus faltas o redimirlas mediante expiación de culpa. Todo sacrificio, además, es otra forma de conjurar a todo aquello que contiene mal, de transferirlo, de evitar que se mantenga dentro.
Siguiendo a Roland Barthes, sería un lugar donde se unirían el logos y la praxis. Un lugar donde se comprueba que cualquier grado cero de la eficacia pasa por el silencio. El silencio del cedro y los metales. No hay mayor presión en ningún otro acto, ya que la verdadera vida pasa por un arca llena de silencio, pero con todos los nombres de Dios en sus adentros. Su valor no va de dentro a dentro, pues se manifiesta ante el templo como un gesto supremo, un lujo pobre, sin más énfasis que el oro reducido a metal de enlace entre la causa y el efecto, entre la invocación y el perdón, entre la escucha y la llamada, entre la nube y el desierto, entre la zarza y el camino que se asotila hasta volverse un punto que arde entre el lazo y la separación. ENTRE lo palpable y lo simbólico.
Las leyes inscritas en el tabernáculo son testimonio y transmisión. Para un pueblo en éxodo sería una forma de darse identidad, de inscribirse.

Un tabernáculo -y seguimos al doctor en matemáticas, ensayista, psiquiatra y psicoanalista nacido en Marrakesch de origen judío Daniel Siboney- exige una vigilancia, un mantenimiento. Es una llamada para que los fieles cultiven una virtud, una cualidad, la generosidad y la solidaridad por amor.
Un tabernáculo es el arca donde se guardarían las leyes, los mandamientos. Donde se custodia la palabra sagrada.
Un tabernáculo es un templo-móvil, un lugar de encuentro con lo sagrado a la medida de un pueblo sedentario en tránsito al exilio o migración transhumante.

El jardinero dijo...

Gracias por tus comentarios.


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