El Toisón o Vellón de Oro es la más bella
distinción que la corona borbónica puede otorgarle a uno, a pesar de que tengas
que devolverla cuando te mueres. Se trata de un collar rematado por un dorado
rizo, que algunos interpretan que es un pelo de carnero y otros aseguran que es
el rizo de un coño, con perdón.
Esta última versión, sostenida por algunos
historiadores y genealogistas, es la que más nos gusta a los poetas y a los vagos
y maleantes. Cuenta que Felipe III de Borgoña entró una tarde de 1430 en la
cámara privada de una de sus amantes acompañado de unos amigotes, y allí
encontraron un dorado rizo de procedencia indudablemente púbica, ya que la dama
lucía pelo liso. Como los nobles son de naturaleza más bien simple, el
descubrimiento les desató una carcajada que ruborizó a la chica y encolerizó al
Borgoña. En vez de mandarlos matar, el duque encargó tantos collares como
amigos habían entrado en la cámara de su amante, y los nombró a todos
caballeros de la Orden del Toisón de Oro borrándoles para siempre la carcajada.
Franco conocía esta historia, y por eso rechazó el
Toisón cuando se lo quiso otorgar don Juan, abuelo del actual monarca:
“Deberíais pedir información sobre la materia”, le dijo el dictador al rey exiliado
con su aflautada voz de asesino.
-Sobre un texto de Aníbal Malvar
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