"He aprendido mucho en
este confinamiento. Uno de los aprendizajes es el de pararme más a sentirme,
pues la vorágine del quehacer fuera se paralizó.
En esta experiencia y
manera de vivirme, me doy cuenta de que me resulta placentero sentir la
libertad en mis pechos, el olor y el tacto de mis axilas sin depilar y rascarme
los ojos sin precaución, porque después vaya a parecer un mapache con los
restos del lápiz de ojos por las comisuras de los ojos.
Y resulta que estas
sensaciones forman parte de la experiencia femenina pues el género masculino
aunque goza de estas libertades no se plantea estas cuestiones.
No se trata de
culpabilizar a los hombres ni de enfadarse con ellos porque “ellos si pueden y
nosotras no”. De lo que se trata es de cuestionar al sistema patriarcal en el
que vivimos para después decidir que queremos hacer con nuestros cuerpos con
mayor nivel de conciencia.
Con o sin maquillaje,
sujetador, bragas, depilación… seguimos siendo nosotras y esto sí que es
incuestionable. Quizá muchas volvamos a salir a las calles sin depilar,
orgullosas de este logro post confinamiento y otras saldrán con los labios
pintados de rojo y felices de lucir coloridas sonrisas.
El patriarcado sigue
vigente, pero cada vez somos más conscientes de sus estrategias para
desarticularlas. Y una de sus estrategias más perversas es distraernos de lo
verdaderamente importante y que caigamos en las trampas de la rivalidad entre
mujeres, juzgarnos a nosotras mismas por nuestra apariencia y no encajar en el
molde, dañar nuestra autoestima y poner en juego nuestra salud.
Desde el feminismo sí
que podemos cuestionar el orden establecido y tomar conciencia de estas
estrategias e imposiciones para no caer en ellas y después decidir qué hacemos
con nuestros cuerpos, relaciones, formas de expresarnos y estar en el mundo…"
-Lola Hernández (en la imagen), psicóloga, feminista y creadora de La Caravana Roja, un movimiento de cultura menstrual.
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