martes, 1 de octubre de 2019

POLITICASTROS DESPERTAD...!



El Senado canadiense aprobó legalizar el cannabis en junio de 2018, permitiéndose la producción y consumo de la sustancia a partir del 17 de octubre del mismo año. La importancia que tiene este hecho viene determinada por el potencial político y económico del país, ya que es el primer miembro del G-20 que lo hace.

De este modo, se une a la lista cada vez más larga de países que han optado por reducir las restricciones respecto a la producción, comercio y consumo de esta sustancia y apostar por vías más aperturistas.
Hasta el momento, la principal razón que ha justificado la prohibición del cultivo y consumo de cannabis, al menos de forma pública y obviando otras causas socioeconómicas objeto de polémicas, se ha basado en la consideración de sus supuestos efectos peligrosos para la salud y de un limitado poder terapéutico, aspectos que quedaban asumidos por su inclusión en la lista de la Convención Única sobre Estupefacientes de las Naciones Unidas de 1961.

Sin embargo, dos fenómenos recientes han venido a cuestionar este planteamiento. El primero, la continua investigación sobre los usos terapéuticos de la sustancia. Y, el segundo, consecuencia del anterior, el envío de la carta del director de la Organización Mundial de la Salud, Tedros Adhanom, al secretario general de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, solicitando eliminar el cannabis de la lista de drogas más peligrosas, lo que implicaría someterlo a un nuevo estatus regulador.

Esta industria podría suponer para España, según algunas estimaciones, una actividad económica cuya cuantía superara los 8.000 millones de euros en 2028 (Prohibition Partners, 2019), dadas las idóneas condiciones climatológicas y tecnológicas existentes en nuestro país para su desarrollo.

Por todo ello, y en conclusión, si tenemos en cuenta los índices de consumo, los aspectos sanitarios y económicos, y analizamos la tendencia creciente de países que optan por una regulación más aperturista, así como lo que parece una imparable progresión internacional hacia la legalización de la sustancia, la pregunta que cabe hacerse es si no debería ir posicionándose España ante esta situación, con el fin de obtener cuanto antes el conjunto de beneficios potenciales (personales, sociales y económicos) que brindaría este nuevo mercado.


Por Antonio Cervero Fernández-Castañón, psicólogo sanitario, PDI del Departamento de Psicología, Universidad de Oviedo:





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