Terminé de
vestirme tras una gustosa escaramuza a lanzadas contra el cíclope tuerto de su
entrepierna. Un dulce agotamiento momentáneo apaciguaba el castigo infinito del
deseo carnal.
Mi insaciable pareja, mientras tanto, en
el baño de la planta baja de la casa consumaba ese místico acto
femenino del maquillaje. Un ritual que las aísla de los ritmos del universo
mientras encuentran la mejor versión de ellas mismas frente al espejo. Éste se
encontraba justo a la entrada, por lo que pude verla de perfil, con el ajustado
pantalón vaquero rodeando sus larguísimas piernas y en sujetador, abstraída en
el propio acicalado.
No pude o no quise evitarlo. A pesar de que la
doblaba en edad, brotando desde mi interior con la misma energía imparable con
la que nace una flor en primavera me acerqué, y, desoyendo las voces de mi
autoestima y de mi ego, me arrodillé y me abracé a su bien formada pierna. La
tela rugosa del pantalón no me disuadió de sentir un encadenado de amor, deseo
y pasión, pero sobre todo y curiosamente, me sentí eficazmente protegido frente
al mundo. Mi hembra estaba allí, dejándose acariciar con una leve sonrisa
asomada a los labios entre los que yo había volado por los cielos del sexo momentos
antes.
De repente me sentí vulnerable. El mirarme ella desde
arriba me hizo sentir ligeramente ridículo. Pero en recuerdo del gran admirador y dibujante de mujeres
poderosas, el norteamericano Robert Crumb, me quedé aferrado a aquel palo mayor
de músculo y deseo todo el tiempo que se me concedió.
Fue un placer refinado y notable que disfrutaré en la
memoria hasta que las neuronas encargadas de recordarlo apaguen su energía para
siempre.
- Scoundrel Monkey
(En la imagen una viñeta de un comic de Robert Crumb)
----------------------------------------