miércoles, 9 de abril de 2008

SAN FRANCISCO JAVIER


El 7 de abril de 1506 nació en el Castillo de Javier en Navarra, Francisco de Jaso y Azpilicueta, profesor de la Sorbona, cofundador, bajo la dirección de Ignacio de Loyola, de la Compañía de Jesús.
Era atlético, guapo, inteligente y envidiado por todos los alumnos. En unión de Ignacio de Loyola y otros alumnos fundan una sociedad que pasa a ser motivo de risas del resto de los compañeros, hasta el punto de que alguien escribe en la puerta de la sala donde se reunían: “Sociedad de Jesús”. En lugar de sentirse ofendidos, adoptan el nombre. Es a partir de ahí que Francisco empieza un viaje sin retorno.
Va con Ignacio a Roma, y le pide al Papa que reconozca la “sociedad”. El Pontífice acepta encontrarse con los estudiantes y les da su aprobación. Francisco –que se moría de miedo al tener que viajar por mar– parte solo para Oriente, imbuido de lo que considera su misión. En los siguientes diez años visitará África, la India, Sumatra, Molucas, Japón.
Aprenderá nuevos idiomas, visitará hospitales, prisiones, ciudades y aldeas. Escribirá muchas cartas desde estos lugares. Comenta en ellas la necesidad de llevar una palabra de coraje y esperanza a los que son menos favorecidos.
Muere lejos de su aldea y es enterrado en Goa. En una época en la que el mundo era inmenso, las distancias, casi insuperables, los pueblos vivían en guerra, Francisco creyó que debía considerarlos como una aldea global. Supera su miedo al mar, a los navíos, a la soledad, porque ha encontrado un sentido a la vida. No sabe, mientras camina por Oriente, que sus pasos jamás serán olvidados y que todo lo que plantó dará frutos.






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3 comentarios:

Anónimo dijo...

Me ha recordado los artículos (dicho sea con mágica nostalgia)de la revista Estudia y Ahorra -Don DIego, don Bruno, don Mariano-.
Gracias por su hospitalidad y su paciencia infinita, amigo Jardinero.
Y ahí se sigue alguna cosi-cosa en torno al CALLAR DE LOS CALLARES.
Colette Peignot (()), que fue la maestra de Souvarine, de Jean Vernier y finalmente de Georges Bataille, nos cuenta en su libro “Escritos de Laura” las emociones eróticas de una mujer fascinada por la muerte, que buscó descender a los infiernos en los que buscaba el cielo. Erotismo dolorista y dolorido, goces místicos del sacrificio y la obediencia (uno de sus amantes la obligaba a llevar un collar de perro).
Quien mejor la conoce, a mi juicio, es Bataille, en cuyos brazos murió, aún joven y exhausta. Bataille dijo de ella que a través del erotismo y la sensualidad buscó siempre el otro amor, el amor sagrado, el que los griegos llamaron Ágape –amor divino-.
Como ha dicho Hiroud, es una mujer que se atrevió a revelar a sus amantes y aún mas, a intentar vivirlo con ellos, ese rumiativo y secretisimo soliloquio interior QUE LLEVAN DENTRO las mujeres, soliloquio privativo de las mujeres, para el cual un solitario servidor ha acuñado el siguiente tóitulo: EL CALLAR DE LOS CALLARES , jugando con los fantasmas que se entrecruzan en la crónica poética de Salomón. Ya tengo el titulo: el libro lo escribirá un solitario servidor después de mi muerte, en una segunda vida, si es que se me concede. Rendiré ratificación y culto así a mi pasión por el amor y las mujeres de esta vida primera que se acaba. Ya tengo título para el libro, como hemos visto. También tengo cita liminar. A propósito de lo anterior, fue Sastre quien lo vió mejor cuando escribió algo que yo he traducido y adaptado con el descaro audaz que vamos teniendo los casi-muertos:
“En el fondo, seamos serios, no hay nada mas importante para un hombre que seducir a las mujeres. Con independencia de los resultados operativos, el verdadero hombre, por consiguiente, será aquel que persiste en el amor como único negocio verdadero de su vida, y no decae, con tal pasión y tal constancia, con tanto deseo y tanto ritual, que a mi criterio solo llegará a ser un verdadero macho sino aquel varón que logra sentirse permanentemente habitado por las mujeres.
Nota Pene.-Aunque sea el amor el verdadero negocio de su vida, esto no excluye el que algunos militantes se hagan de paso un nombre en las enciclopedias del poder y de la fama, sabedores de que las mujeres aman la potencia poética y la fisis de los que tienen mando en plaza y nombre en los saraos del parné, del arte y de la fama; que las mujeres adoran los signos externos del poder, los cuales facilitan a sus portadores enormemente las relaciones con las hembras –avive el alma dormida Blancanieves y recuerde la frase famosa del torero: ¡La de mujeres que me han dao los toros¡
A proposito de toros, jesuitas y albero con morlaco agonizante, cierro Sssspaña con una santiaguina que no la mejorara ni el propio Viti: “La Javieresa, exhausta tras las dos faenas con rejones en la Maestranza, llamó a su apoderao y le pidió que le subiera un espumoso bien frío a su chambre, pues quería recibir el santísimo sacramento del silencio.
Flamenca como era, se desnudó, apagó el aire acondicionado y se recostó en decúbito supino sobre un capote que olía a sangre…
Himnicoanónimus

Anónimo dijo...

No quisiera un solitario servidor dejar de nombrar al gran jesuita Mateo Ricci, muerto en China en 1610. Su inteligencia avizorante queda tal vez probada en esta observación que manuscribió: Para evangelizar a los pobladores de la China primero tendríamos que convencerles de que nuestro Dios es superior a sus dioses, sobre todo en lo que hace a razón y a ciencia.
Y a propósito de castillos, citar el bestiario encastillado y fascinante del arquitecto barroco y visonario Jean Jacques Lecquao -escribo de memoria su apellido-. ¡Soy de los muchos pocos que aún no han perdido la espeeranza de que el señor Ricci, Franco María, el portentoso editor milanés se decida con la edición que nos tiene prometida..
Solus Locus Anonimae spero lucem. (homenaje a Raymond Russel, aquel excéntrico visionario que gastó sus millones en un empresas como un crucero alrededor de los mares de la China, eso si, en su yate, con las ventanillas de su camarote permanentemente tapiadas por grueso terciopelo negro...)

El jardinero dijo...

Qué grande eres!!!