viernes, 25 de abril de 2008

HAIKUKI


El traje de neblina
que viste la primavera
es de cinto tan fino,
que hasta el viento del monte
podría deshacerlo.




(Ariwara no Narihira)
-Óleo de Teresa Catalá "Primavera en Olias"





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3 comentarios:

Anónimo dijo...

Solo un buscador de bellezas tan sutil como vos puede depararnos hallazgos como estos: ¡A tal poema tal óleo, y viceversa¡
Gracias, jardinero.
Y una coda al paso del comentario, a partir de una idea que me surgió apenas leí lo del cinturón, la brisa, la neblina: ¿no será que el desnudo equilibra los vapores del rojo?

El desnudo equilibra
los vapores del rojo
que se come a su sombra:
las amapolas tiemblan
de tanta limpia luz
que se asotila
el cuadro pide urgentemente
un muro
al final de las venas…

S.R.

Anónimo dijo...

Usted me ha regalado con un poeta y una pintora que desconocía.
La regla de los dos tercios se la descomponen por el nuevo equilibrio de arbotantes entre las nubes viajeras y el macizo lila del primer plano.
Uno, que cada vez se siente mas cerca de la Edad Media, y que ha bebido en los paisajes embebidos de silencio propios de la escuela flamande de Brujas (aunque recuerdo los gritos del pintor Cristóbal a la salida de la exposición sobre PArmentier en Lisboa)…uno, digo, de pronto se sorprende ante el poderío de estas nubes viajeras, de esta línea de trincheras con la chaqueta metálica y el resplandor del rojo que hace un muro sublime de amapolas… qué fuerza del azul, qué apoteosis del lila, de los rojos y de las sombras, frente a la asotilada levedad del cinturón de bruma que la brisa abrirá acaso para ofrecerla a la boca ionsaciable de la noche abrileña… Hay un graznido de nieve en el azul, como hay un macizo de tintas violetas que solo piensan en la página en blanco de un libro de horas para apretarse como una mancha sin tiempo contra la primera ronda…
Ha conquistado un territorio esta pintora; lo apasionante es pensar cómo se las ingeniará para no quedar prendida por esta su conquista… a ver cómo se deslinda...es como salir de un espectáculo que creamos y que nos subyugó (fugaz instante en que la lluvia entra en contacgto con los pámpanos, tamboril que se deslinda en franjas distintas de una misma hora, cuando en la tela empieza a enrojecer y en el poema la bruma se descinta: eterinidad de dos instantes, fugacidad de los frutos y las flores que atraviesan el espíritu de nuestra primavera…
Para alguien que bebió primavera en los mayos de una ciudad adusta y dominada por la piedra, este contraste entre los muros de los colores saturados, en intensísima oponencia, y la sutil fragilidad de los macizos de cilindros que perfumaban el patio de la casa familiar y de las rosas que crecían al pié de las murallas, su perfume… están unidos al desvanecimiento de la música que logran recrear artistas como Terence Blanchard, el trompetista, jazzista, director de orquesta y colaborador asíduo en las bandas del director de cine Spike Lee (Cuando los diques cedieron. Réquiem por el Catherine, Nueva Orleáns)… y esta poética a su vez me lleva al sentimiento de paz profunda e indescriptible que experimentgaba cuando a medianoche me despertaba el sonido de la lluvia de mayo golpeando sobre las hojas del níspero y el naranjo,en el patio de mi infancia, para luego volverme a entrar en el sueño, como un refugio de movimiengto y de sosiego que ya digo, no puedo describir, pero que estoy seguro formará parte de algun panel en el políptico con los paneles importantes que dicen veremos en el tránsito de esta vida a la otra…
Mi comentario es la música de Terence Blanchard unida a este cuadro, a aquella lluvia, y al Haiku-KI que nos propuso… gracias, jardinero.

anónimo del chilindro y la aspidrista

El jardinero dijo...

Tus anónimos comentarios son las mágicas fórmulas de un esceptico hechicero de las palabras que baja a la arena de este humilde jardín, soporte inmaterial de las gemas polimorfas que tienes la generosidad de regalarnos.
Gracias, quebrado druida del Tajo. Tu poema ha hecho llorar el corazón de éste viejo soldado, amante de la soledad y de la Luna.