En los combates, ambos sentían como suyo y usaban
un kiai o grito de ataque, que era una especie de amortiguado mugido que
surgía de lo más profundo del Hara. Más tarde lo adopté para mí. Fue brotando desde
mi interior y supe, con los años de práctica, que también me pertenecía;
expresaba perfectamente la intensidad del Ki con la que atravesabas mentalmente
al oponente en la lucha de salón.
-S.P.
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1 comentario:
Muy interesante esta parte de tu vida. Tienen que haber sido años con experiencias muy intensos. Gracias por contármelo.
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