“A la autoridad pertinente -el rey Felipe VI- la
vimos el día en que Pedro Sánchez prometía el cargo de presidente del gobierno
con una carita de mala hostia alucinante, un ceño fruncido y más tenso que Mad
Max en una gasolinera de autoservicio. Daba la impresión de que Sánchez le
debiese dinero, o que hubiese llegado a presidente a través de una carambola
genética, como un borbón cualquiera, en lugar de ser elegido en un proceso
democrático. Probablemente le reprochaba que, por culpa suya, se hubieran oído
en mitad de las algaradas callejeras gritos contra la monarquía en general y
contra la suya en particular. Se conoce que el rey sólo sonríe cuando le da la
real gana y que en el sueldazo que le pagamos todos los españoles no viene
incluido el disimulo”.
-David Torres en PÚBLICO
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