A la hora de amar, no siempre amor y deseo se unen en un
mismo objeto. Las más de las veces, para cierto tipo de personas, toman caminos
diversos. Sucede así que algunos hombres aman a una mujer ("la santa madre
de mis hijos" pero desean a otras ("Las atorrantas" o "Las
putas")
Freud desarrolló ampliamente el tema, explicando
claramente por qué amor y deseo se encuentran fusionados entre sí en contados
casos. Lo que afirma Freud es que el hombre se siente limitado en su quehacer
sexual por el respeto a la mujer, y sólo desarrolla su potencia plena cuando
está frente a un objeto sexual degradado. De ahí la necesidad de degradar a la
mujer para acceder a la satisfacción con ella.
Para la mujer en cambio, dirá Freud la condición del
deseo quedará ligada a lo prohibido. En cuanto un amorío se le vuelve
permitido, el deseo decae. Solo la infidelidad al primer amor, permite que la
mujer guarde al amante una fidelidad de segundo orden.
Lo que dice Freud, es que el marido nunca es más que un
varón sustituto, no es el genuino. Es el padre, en el mejor de los casos, quien
posee el título de primer amor. El marido en todo caso es el segundo. De esta
manera explica Freud por qué la mujer tiende a ser más fiel que el varón.
Que lo prohibido enciende el deseo, es algo que no solo
debe pensarse en relación a lo femenino sino más bien como regla general del
deseo. La prohibición aviva la llama de la pasión.
Sólo se puede desear lo que no se tiene, pues lo que
se posee ya no se desea. Y si el amor queda unido al deseo, sólo se ama lo que no
se tiene. En la medida en que se encuentra un objeto de amor, el amor se pierde.
Separarlo del deseo es una interesante forma de conservar el objeto de amor.
-Sobre un texto de Leonardo Consentino, psicólogo
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