“Puede parecer que sería más fácil controlar a las
empresas con ánimo de lucro para que sus objetivos se alineen siempre con el
bienestar social y medioambiental, pero aunque eso suena muy bien en teoría, en
cuanto escarbas un poco descubres que el beneficio termina viniendo de una
explotación. Si no es a los trabajadores es a los consumidores, o a comunidades
lejanas, o a la naturaleza. La única manera de aumentar el beneficio es
incrementando las ventas y eso termina siendo malo para la naturaleza, por
mucho que lo disfraces.
El otro tema es la desigualdad: cuanto mayor sea la
parte del superávit que le demos a los inversores privados, peor va a ser la
desigualdad, dada su tendencia a acumularlo. Y cuanto más dinero vaya para
ellos, menos irá a los trabajos sociales y medioambientales que son tan
urgentes ahora. Estamos en una situación tan desesperada que todo lo que
generemos tiene que reinvertirse para atender las necesidades de nuestra
sociedad”.
-Jennifer Hinton, economista
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