Las clases medias, en
trance de desaparición, y las populares, en algunos casos al borde de la
pobreza, se sublevan contra unos dirigentes acaparadores de poder. Sudamérica
constituye una muestra. El estallido social, los movimientos de ciudadanos
indignados, exterioriza el desencanto, la desafección con los políticos, las
élites y grupos de poder dominantes ante las crecientes desigualdades. La
hiperconcentración de la riqueza no solo pone en riesgo la sostenibilidad del
actual modelo económico, sino que también puede provocar la fractura de la
cohesión social. Es la mano que mece la cuna del hartazgo que se canaliza en la
reacción desenfrenada de quienes ya no confían en seductoras promesas
electorales, huecas de realidades tangibles que contribuyan al bienestar común,
y que se expande con efecto mimético en un mundo globalizado.
-José María Torras
Coll. Sabadell (Barcelona)
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