Las relaciones
amorosas terminan. Vale, no todas, algunas como la de mis padres se alargan en
el tiempo durante toda una vida, pero todos sabemos que hay relaciones que
terminan. Y los motivos para ese fin pueden ser muchos y ni siquiera importan
siempre. Lo que importa es avanzar. Sin embargo, hay relaciones que no llegan a
terminar por una de las partes. Uno de los dos vive anclado recordando una
piel, una risa, un calor en la cama. Ni siquiera suele ser el sexo lo que se
recuerde, es algo más cotidiano, más privado. Y cuando eso sucede, se puede
vivir un infierno. Sobre todo si sabemos que la otra parte tiene a una persona
a la que mirar, a la que sonreír, a la que dar calor con su cuerpo en las
noches frías.
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