Tiraba
fuerte en los combates de entrenamiento. Todavía sonrío al recordar que
diariamente al final de las clases se hacía una rueda de enfrentamientos con
diferentes oponentes. A veces te tocaba con el Sensei y era enriquecedor, pues
siempre devolvía exactamente la misma intensidad en los ataques que tú
empleabas hacia él. Pero cuando coincidían el maestro contra “La sombra” se
oían en toda la sala y sobre el fragor de los combates simultáneos, los sonoros
puñetazos en el tórax y los bloqueos de patadas a plena potencia en los
empapados karateguis que amplificaban los impactos…
(…)
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