“Curiosamente, en lo que llevamos de siglo XXI los
grandes oligopolios están obligados a comer en un mismo plato y a competir en
un mismo terreno tecnológico, heredado del siglo XX. Aunque la mayor empresa
del mundo sea ahora mismo la petrolera saudí Aramco, casi todas las que siguen
viven del chip y el algoritmo: Apple, Microsoft, Alphabet (antes Google),
Amazon, Meta (antes Facebook).
Estos días, dos de los grandes, Microsoft y
Alphabet, ultiman a toda prisa los ensayos de sus ofertas de inteligencia
artificial. De momento no son gran cosa. Pero ambas se juegan mucho, quizá la
existencia, en el envite. Sobre todo Alphabet, el 80% de cuyos ingresos
proceden de algo tan viejo como la publicidad. Seamos conscientes de que la
inteligencia artificial supone un salto desde lo que conocemos a lo que no
conocemos y acaso no seamos capaces de controlar: hablamos de máquinas con
capacidad cognitiva, es decir, de hablar, comprender, aprender y cambiar por sí
mismas.
Siempre que se habla de inteligencia artificial se
escuchan los compromisos éticos de sus creadores y se evocan aquellas tres
leyes enunciadas por Isaac Asimov: un robot no dañará a un humano, un robot
cumplirá las órdenes humanas, salvo cuando vulneren la primera ley, y un robot
protegerá su propia existencia mientras ello no contradiga las dos leyes
anteriores.
Sabemos que hasta ahora estas grandes empresas han
jugado sucio de forma sistemática, tanto abusando de su posición dominante en
el mercado como manipulando (vía algoritmo) a sus usuarios. Dentro de muy poco
lanzarán (nos lanzarán) algo tan delicado y con tantas incógnitas como la
inteligencia artificial. Competirán a muerte entre ellas. No se detendrán ante
nada.
Y, sin embargo, tendemos a creer que todo irá bien.
Pasan los siglos. La ingenuidad humana permanece”.
-Enric González en EL PAÍS
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