miércoles, 7 de mayo de 2008

AMBIENTE DESPEJADO


Sopla una brisa suave, las mariposas revolotean
y las abejas zumban junto a las flores
resplandecientes;
bebo vino a sorbos lentos, para saborear
sus aromas más profundos.
Compongo un poema,
y valoro sus méritos
en las delicadas balanzas de mi mente.



-Tu-fu



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5 comentarios:

Anónimo dijo...

El texto de la viñeta se inicia como una Apertura musical: Vuelan las mariposas, las abejas zumban, la brisa se levanta.
Vuelta a la lengua de los comienzos: mariposas que revolotean, abejas que zumban, etc. Por ahí se explica un servidor el estado de exaltación –contenido, eso sí- que respira la escena y el bardo de balanzas afinadas: Todo regreso poético a las fuentes implica una clarifijación, -sí, señores del sistema, he escrito una clarifijación-, una vuelta a la transparencia de los estados iniciales (la mañana es la infancia del día, como la infancia es la mañana de mi biografía).
Nota al paso. Antes de que me olvide, cito de memoria, pues vendí mi diccionario etimológico-rominas:
Paisaje viene de pago, pagus: página en blanco, pesar las cosas con las manos.
Pero en poesia, claro, ya desde el ruiseñor de Keats o el cristal ahumado de Deleuze,
el paisaje es ante todo un estado del espíritu (despejado, en esta viñeta, norabuena, jardinero).
Y como tiro al monte como los sisontes, se me vienen a los dedos esta no sopesada versión del poema de marras:
YO DIGO QUE EL POEMA ERA ESTE
I

Lo que nos separa de la catástrofe
es el balcón que se asotila
entre la montaña y nosotros:
azogue finísimo donde el verano muere;
luna que va desde el polvillo de la mariposa
hasta la precisión
incólume
de un cristal ligeramente ahumado.

II
Las mariposas vuelan.
Las abejas zumban.
La brisa se levanta.
Así es.
Ya todo es aquello en los laberintos
de mi corazón.


Sr. Amónito.

Anónimo dijo...

Variaciones Glolver.
Una.
Tras embocar la ligereza de las mariposas y la cordialidad de la brisa, metabolizo este sosiego en un poema. Y reflexiono sobre los méritos del mismo.
Es un poema en forma de sextina mas un terceto en coda, lo que suma un total de dos estrofas en nueve perlas siderales.
Como aún está recién traído a estos lugares de la vida, y aún me encuentro bajo los efectos de cierta resaa poética, hago venir a Flor de Albura y la propongo que sopese los meritos posibles del poema colgando mis nueve versos de las afinadas balanzas de sus pechos...
Sr.Anónimo
Y dos.
Cuando terminé el poema lo dejé unos instantes solo sobre la mesita tocinera. Fueron unos instantes. El tiempo de abrir el cajoncito de la pequeña cómmoda de enebro en el que guardo mi lápiz rojo para correjir poemas..
A mi regreso, compruebo que el poema me ha dejado, marchóse, tomó la vertical y está perdiendose en los cielos, como uno de aquellos globos del llano de la feria...
Sr.. Amónimo.

Anónimo dijo...

No te obsesiones mas con el poema
-pasa a caballo tras la lluvia el ángel
de las nubes y los ríos-.

Aunque tuvieras balanzas en tu mente
No puedes valorar sus méritos
El ángel susurrante me lo advierte:
Tu-Fu dejó el pensamiento de un poema
-corazón abierto a las sutiles transparencias,
sosiego y paladar en boca-
en un mundo del que nada entiendes.

No olvides que Tu-Fu escribió este pórtico
poético tan sencillo y tan hermoso
hace mas de nueve siglos
con aquella >inteligencia enamorada<
de que hablara Dante.

Así pues, solo me queda saludar
al ínclito Jardinero.
Azules montañas.
Agradezco su hospitalidad.
Una vez más. ¡Ciao a tutti¡
Sr. Anonimo.

Anónimo dijo...

El poema es simple y hermoso. Refleja la calma precisa, si acaso acompañada de música barroca,sosiego interior y la memoria inundada de momentos vividos. No hay más y es todo.

No alcanzo a compreder al Sr. Amónito ni al Sr. Amónimo.(quisiera estar a la altura, pero intuyo un lenguaje críptico al que no pertenezco...) En cambio admiro al Sr. Anónimo. Por cieto, qué lío de nombres!

Anónimo dijo...

En la escuela cerrada, los espejos murmuran, un libro mira al techo, con los ojos cerrados.
Que llueva, Dios, que llueva, repite el paraguas que don Agustin se trajo del vaticano. Yo paso con un impermeable gris, sin saber qué está pasando. En la oscuridad distingo las pupilas brillantes de un perro, enormemente apaleado, que huye con la boca jadeante, tan solo, errante, y asustado como yo.
Aquel perro, ahora lo comprendo, era también yo. Aunque está mejor expresado si digo que aquel perro soy yo, también.
Buenas noches nos de Dios.