El
ser marcial requiere disciplina, coraje y perseverancia. No tiene nada que ver
con matar. La gente falla en ver más allá de ese estrecho aspecto del ser un
guerrero y así pasan por alto todas las excelentes cualidades que pueden
obtenerse del entrenamiento. Un guerrero no es un cruel asesino. Un guerrero es
un protector de ideales, de principios y del honor. Un guerrero es noble y
heroico.
Un
guerrero tendrá muchos oponentes en una vida, pero el oponente último es su
propio yo. Dentro de la personalidad de un luchador hay una amplia selección de
demonios a ser conquistados: miedo, pereza, ignorancia, egoísmo, egotismo y
tantos más. Hablar de dominar a otras personas es intrascendente. El superar
realmente los propios defectos es la verdadera naturaleza de la victoria. Es
por eso que muchas religiones representan guerreros en su iconografía. Esas
imágenes no son símbolos de la dominación sobre otros, más bien son símbolos de la ferocidad y determinación que necesitamos para vencer a los demonios dentro de nosotros mismos.
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