COSAS PENDIENTES

Ocurre que la misma dominación masculina ha traído como inevitable consecuencia el empobrecimiento de ambos géneros. En Occidente, la Iglesia se encargó de la desaparición del principio sagrado femenino. Los profetas bíblicos reprimieron ferozmente cualquier culto arcaico, cualquier vestigio de religiosidad cósmica femenina. Y en ello seguimos. O casi. Hasta hace relativamente poco, la dominación masculina ha supuesto para las mujeres una innecesaria y triste alternativa: o sometimiento al varón o imitación al varón (en su agresividad, en su tosquedad, en su abstracción). Alguien ha escrito que “llamamos mujeres a seres que sólo tienen la apariencia de mujeres”. El caso es que el sistema patriarcal, por un lado, ha caricaturizado a los machos (los necios estereotipos de guerrero, dominador, asceta, etc.), y, por otro lado, ha hecho desaparecer toda una casta de mujeres, las que conocían los secretos de las aguas, las piedras y las plantas, las que sabían entrar en “simpatía” con el cosmos, las que trasmitían un misterioso sentimiento de confianza y seguridad. Con raras excepciones, ya no hay hechiceras. A partir del siglo XIV el hombre desató persecuciones, caza de brujas y la anulación social de la mujer. Como trasfondo, el temor universal frente a la hembra.


- Salvador Pániker -




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