domingo, 4 de marzo de 2007

MISTER NATURAL


Una vez que el hombre haya alcanzado ese estado determinado de evolución “espiritual” será maestro del Tao de la vida. No necesita, como el pintor, de lienzo, pinceles ni colores. No necesita, como el arquero, de arco, flecha ni blanco, ni de otros recursos. Se sirve de sus miembros, de su cuerpo, cabeza y órganos. Su vida en el Taiji se expresa por medio de todos esos importantes “instrumentos” como manifestaciones suyas. Sus manos y pies son los pinceles. Y todo el universo es el lienzo sobre el cual pintará su vida durante setenta, ochenta y hasta noventa años. El cuadro así pintado se llama “historia”.


-Adaptado de un texto de D.T. Suzuki –







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1 comentario:

Anónimo dijo...

Me alegra que suzuki deje de pensar en las manos y los pies solo como instrumentos de ataque y defensa –trradiciones marciales del Oriente) y vea mejor pinceles para pintar. Si acaso una pequeña objeción desde el piunto de vista de este occidental ya hastiado de que prime el ojo, lo visual, la cultura de la imagen, frente a los otros cuatro saberes o sentires o sentidos: ¿porqué mejor y ademas de pincel no hacer mano y pie instrumentos al servixio olfativo del gusto, sobre todo mano y pie como pituitas o instrumentos de aromas y perfumes, un poner.
Suzuki nos hace pensar aquí en aquellos antiguos teóricos de la pintura china para los que mirar unas imagen era también tocarla, manipularla. Algunos, incluso, establecen que no se deberá mirar jamás una pintura sin antes lavarse las manos, si antes habíamos comido o bebido.
¿Qué entendemos por manipulación, aquí? La respuesta se corresponde con otra sección de este estupendo blog de los cinco sauces: ¡qué bonito y qué interesante, jardinero Salvador, este su blog de los cinco sauces:
habitación con vistas, clepsidra con ventanas al jardín de los cinco sabores, vértigo del estruendo y del eclipse en el sonámbulo despierto que camina sobre un cable sobre las aguas cataratas mientras se inclina convocando a los peces rojos del sueño y a los pétalos en bruma, los convoca ofreciendo la cara interna de su luna (sus músculos estriados, sus huesos hiperventilados), como si fuera una piedra de lluvia que se ha vuelto todo escucha en los silencios del cristal: como si fuera un cristal transparente doblándose en la cuerda (la foto me hace pensar en los textos de Paul Auster sobre el vértigo y los equilibristas), doblándose en cristal sobre las aguas cataratas hasta volverse esa paz intensa, ausente, suelta y concentrada necesaria al sonámbulo consciente para escribir sin trazos ni señales en mitad de la palidez y el blancor amarillento de la gran curva vacía, del inmenso volcán abierto hacia el otro que forman el cielo y las aguas en catarata de sábanas y líquenes que se precipitan (decía Sócrates: cuando uno y uno son dos ¿cuál de los dos unos se traicionó para volverse dos? Y el equilibrista le responde: aquel que primero se identifique con el dos, aquel que primero lo manifieste, ése será rápidamente “dosvampirizado”. ¿Y qué hacer entonces con el uno del cielo y con el uno de las aguas?
Respuesta: no lo sé.