miércoles, 14 de marzo de 2007

NO PODÍA FALTAR


EL LOCO

Me preguntáis por que enloquecí. Fue así.
Un día, mucho antes de que nacieran algunos dioses, desperté de un profundo letargo y descubrí que me habían robado todas mis mascaras. Si; las siete mascaras que yo mismo me
había confeccionado, y que llevé en siete vidas distintas; corrí sin
mascara por las calles atestadas de gente, gritando: ¡Ladrones! ¡Ladrones! ¡Malditos ladrones!".
Hombres y mujeres se reían de mí, y al verme, algunas personas, llenas de horror, corrieron a refugiarse en sus casas.
Y cuando llegue a la plaza del mercado, un joven, de pie en la azotea de su casa, señalándome, grito: "¡Miren! ¡Es un loco!".
Alcé la cabeza para mirarlo, y por vez primera el sol beso mi desnudo rostro, y mi alma se encendió de amor al sol, y ya no quise tener mascaras.
Y como si fuera presa de un trance grité: "¡Benditos! ¡Benditos sean los ladrones que me robaron mis mascaras!". Fue así que enloquecí. Y en mi locura he hallado libertad y seguridad; la libertad de la soledad y la seguridad de no ser comprendido, pues quienes nos comprenden nos esclavizan.
Pero no dejéis que me enorgullezca demasiado de mi seguridad; ni siquiera el ladrón encarcelado esta a salvo de otro ladrón.

KHALIL GIBRAN



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