sábado, 24 de marzo de 2007

LENTO MENESTER




En la meditación, mientras trabajamos con la respiración, vemos que todos los pensamientos que van surgiendo son parte del proceso de pensar y nada más. No nos aferramos a ninguno de ellos; no necesitamos castigar ni premiar los pensamientos que aparecen. Consideramos a los pensamientos que surgen durante la práctica de la meditación como hechos naturales, pero que al mismo tiempo no gozan de credencial alguna. La definición de "meditación" puede ser mantener la mente estable. Al meditar si los pensamientos suben no subimos con ellos; si los pensamientos bajan, tampoco bajamos con ellos; simplemente observamos como suben y bajan ellos. No importa que sean buenos o malos, interesantes o aburridos, felices o desdichados: los dejamos en paz. No aceptamos algunos para rechazar otros. Tenemos un sentido del espacio más amplio, que abarca cualquier pensamiento que pueda aparecer.


"SHAMBHALA, LA SENDA SAGRADA DEL GUERRERO"




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2 comentarios:

Anónimo dijo...

Estoy empezando a meditar. El otro día tuve una bonita experiencia. Durante la meditación dejaba a un lado las emociones que sentía y luego los pensamientos. Ahí permanecía sintiendo más profundamente quién era. Luego poco a poco volvía con los pensamientos y los sentimientos, dejando una sensación de paz interior.

Anónimo dijo...

Un niño se pasa todos los recreos
jugando a solas.
Primero piensa que es un centurión romano.
Luego es un Jabato que a espadón se bate
contra unas pencas rotas,
justo donde comienzan los finales de la Escuela.

Luego, el niño quiere aprender a pensar en no pensar...
volver las voces del viento.
Pero es el pensamiento como un traje.
En su forro de seda están las sensaciones.
Una emoción, sin embargo, prevalece,
pudiendo encarnar en cualquier cosa
si gobiernan sus imanes los espacios:
el olor del cuero y del tabaco en una cazadora,
las pupilas brillantes de un tejón,
que en las curvas del invierno te deslumbran;
el silencio que te habla en un trozo de sol,
la montaña que cabe en las macetas del balcón,
la humeante olla que viaja desde la lumbre hasta el mantel,
o tu nombre bordado en un babero con ternura por unas manos de mujer

Saludy Suerte.
Ralmacromac ¡Y es de S. Ramos¡