"Cuando Stefan Zweig
escribió su magnífica biografía de María Antonieta (en la imagen) cambió la percepción que se
tenía hasta entonces del personaje, demostrando que para golpear a la realeza,
la Revolución había tenido que atacar con saña a la reina, y en la reina a la
mujer. Con ella no se ahorró ninguna calumnia para llevarla a la guillotina:
todas las perversiones imaginables se atribuyeron a la “loba austriaca” en
folletos, libros y en la causa oral que la condenó a muerte. El también
austriaco Zweig, sin embargo, 140 años después, se tomaría su tiempo para
estudiar la trayectoria de aquella mujer vilipendiada al extremo. Analizó su
infancia malcriada, la mediocre inteligencia que transmitían sus cartas
juveniles, su conducta progresivamente irreflexiva, su corazón atolondrado.
Ella, reina de Francia, hija de la emperatriz María Teresa, no preguntaba el
precio de las cosas porque todas le pertenecían, o eso creía. No sospechaba de
nadie porque no estaba acostumbrada a los reveses. La vida fluía en Versalles,
simplemente, y este era el orden natural para la joven que sentía el deseo a
sus pies. Nada sabía del duro puño del mundo porque nada le preocupaba saber,
más allá de la confortable apariencia de su entorno.
Poco sabríamos de
María Antonieta de no ser por el destino que la aguardaba, una tragedia
insuperable para un espíritu débil, apostillará Zweig.
Él escudriña la última
etapa de su corta vida. Apenas se había reparado en sus declaraciones, pero el
escritor se admira de la dignidad que muestra ante sus feroces enemigos. Su
desgracia la transformaría en un ser muy superior al que había sido hasta
entonces, mostrando en el momento final una actitud majestuosa. Con su libro,
Zweig salvó a María Antonieta también para los austriacos, incómodos ante el
personaje (Napoleón se sorprendió de que al mencionar su nombre en la casa de
Austria se cambiara de conversación).
-Anna Caballé en
Babelia
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