sábado, 25 de agosto de 2018

NADA PUEDE HACERSE



  Desconozco, al menos con la certeza que otorga una resolución judicial o médica, si nuestro amado Felipe, rey de España por la gracia del genocidio, repudia la variante fascista de la Península Ibérica, también conocida como franquismo. Lo ignoro porque muy probablemente soy un zote, no lo niego, pero también pudiera ser que algo haya contribuido el hecho de no haber pronunciado Su Santidad, el rey de la Victoriosa España, ni una sola palabra de repulsa contra ese fascismo de estilo cochambre que nos ha convertido en el segundo país con más desaparecidos tras Camboya.

En otras ocasiones, no ha sido complejo encontrarle secundando a los que apalearon a los catalanes con motivo tan contrario a las esencias de la democracia como es un referéndum. A los mamporros caídos sobre mujeres y hombres, ancianos y ancianas, niñas y niños, respondió con un discurso público que solo la historia sabrá juzgar en su justa medida, pero que desde la insignificancia de la ciudadanía pareciera como si le desagradara haber tenido que explicar lo que todos deberían dar por hecho a estas alturas: al que pretende trocear su herencia, estacazo en la cabeza. Como Dios manda y como Franco enseñó.

Ello supone una conducta inaceptable para un jefe de Estado y Fuerzas Armadas de un país europeo, un pésimo ejemplo a la ciudadanía y una invitación a los franquistas a aficionarse a las peripecias. Pero ¿quién puede asegurar que alguien que jamás ha condenado el franquismo, reina gracias al franquismo y ha estado y está acompañado de franquistas no goza también de la misma condición?



-Luis Gonzalo Segura, exteniente del Ejército de Tierra





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