“En los vínculos adultos, la intimidad es buscada y
anhelada. Una intimidad que tiene que ver con poder ser uno mismo ante el otro
y sentirse aceptado tal cual se es. En muchos casos se considera que esto es el
verdadero amor, y no es de extrañar. Poder ser ante el otro, y ser amado así,
supone la consecución del amor incondicional que difícilmente se obtuvo en la
infancia, aunque no sea más que porque la educación impone renuncias y condiciones.
La intimidad lograda, la historia compartida tiene, a menudo, más fuerza e
intensidad que la seguridad y protección, o que la satisfacción sexual”.
- Carmen Durán, psicoanalista.
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