“Defendido por la secta pitagórica y Platón, su más
elocuente portavoz, presenta el cuerpo como cárcel del alma, y los afrodisiai o apetitos carnales (comer,
beber, copular, fundamentalmente) como miserias disfrazadas de gustos: el fruto
final de los banquetes son orines y excrementos; la soledad que pretende paliarse
mediante abrazos vuelve –y agravada- al cesar cada orgasmo. El deseo no es la
expresión de un ser, sino la huella de un no-ser, de una carencia, y por eso
mismo será siempre insaciable, desordenado y corruptor”.
- A. Escohotado
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