“Era la última actuación de un virtuoso, la
actuación que el mariscal Harris llevaba soñando desde 1942. Lanzando 1.100
toneladas de bombas a un ritmo de 4,76 aparatos por segundo sobre Wurzburgo,
consiguió nada menos que reducir a polvo y cenizas uno de los santuarios del
barroco europeo. Por entonces, el 16 de marzo de 1945, no quedaba guerra alguna
que ganar. La imagen de aquella ciudad, levantada en 1040 y culminada siete
siglos más tarde por Baltasar Neumann, se volatilizó por obra de 300.000 bombas
incendiarias de racimo en un cuarto de hora, lo que dura un ejercicio de
técnica musical”.
- Jörg Friedrich
(En la foto el carnicero Arthur Harris)
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