Soy
un veterano en Meetic. He salido con unas 30 chicas y creo ser uno más, no
tengo diferencias con ellas. En el fondo yo tampoco quiero estar solo, o quizá es
que soy demasiado promiscuo como para afianzar una relación. Las mujeres de
este sitio me han dado mucha compañía, pero nunca jamás me han quitado la
soledad. He utilizado todo mi arsenal para llevarme a la cama a toda la que se
ha cruzado en mi camino y ellas, algunas, me han copiado. La página de
contactos Meetic es un mar de barcos hundidos, un espejo roto, una sartén
quemada, un guiso pasado de sal, un Ferrari sin motor. Por experiencia sé que es como la estrella del árbol de Navidad: bellísima
por fuera pero de cartón por dentro. Necesitamos a Meetic como si de un prostíbulo
se tratara, entramos con nuestra mejor foto, esa que no refleja la realidad de
un lunes por la mañana. Llegamos a creer que podremos hablar con los sueños impuestos por nuestra hiper imaginación. Ocultamos nuestras sombras y no sabemos que nos delata nuestra perfección mal
entendida por nosotros mismos. El sexo domina gran parte de la necesidad de
vendernos porque, para ellas, a estas alturas ya no quedan jugadores del Madrid
solteros y para nosotros la mujer perfecta es aquella que puedes dejar sin
pensar más de una semana en ella, porque enseguida queremos a otra.
Nuestra generación es egoísta, promiscua, desconfiada, violenta, ¿qué mas podemos esperar? ¿qué queremos? Yo ya he decidido mi destino, moriré viejo y solo pero no me engaño a mi mismo ni a los demás.
Nuestra generación es egoísta, promiscua, desconfiada, violenta, ¿qué mas podemos esperar? ¿qué queremos? Yo ya he decidido mi destino, moriré viejo y solo pero no me engaño a mi mismo ni a los demás.
-Roger Farihna
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