¿Qué agitación habría
en el Banco de España, cuya única y obsesiva recomendación es que se meta la
tijera a las pensiones, si el representante de ese mismo partido anunciara
nuevos impuestos para recaudar 100.000 millones de euros anuales y dedicarlos a
hacer carreteras, colegios y hospitales? ¿Qué pensarían estas patronales
nuestras tan alteradas por el Gobierno de coalición ante la perspectiva de un
Ministerio de Derechos Laborales y un cambio legislativo para reforzar a los
sindicatos en la negociación de los convenios?
¿Qué exabruptos y
maldiciones lanzarían los institutos de estudios de nuestra banca y esos
centros de propaganda de la derecha, tal que FAES, si, además de todo lo
anterior, se pusieran sobre la mesa subidas de un 5% para los funcionarios,
comedor gratuito para los estudiantes, recursos para acoger a los sin techo y
tratamientos dentales en la Seguridad Social? ¿Qué pensarían nuestros
ejecutivos mejor pagados ante la promesa de subir el IRPF a los salarios de más
de 93.000 euros?
Todo esto y algunas
cosas más está en el programa económico de los laboristas, que no son
antisistema ni quieren acabar con la democracia, como vociferaría Alfonso
Guerra (en la imagen), sino que ofrecen un modelo opuesto al neoliberalismo que ha infectado
como un virus a muchos partidos que se decían socialistas.
Es verdad que las
encuestas sitúan a Corbyn a más de 10 puntos de los conservadores de Johnson,
pero también estaba a 20 puntos de May en 2017 y a punto estuvo entonces de
imponerse. Gane o pierda, su discurso es la demostración de que hay una
alternativa al pensamiento único y de que a la forzada austeridad que se ha
impuesto a la inmensa mayoría de la población se la combate con acciones y no
sólo con palabras bonitas. Sánchez e Iglesias ya saben en quién mirarse cuando
les exijan ser moderados.
-Juan Carlos Escudier
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