Te encaprichaste conmigo.
Yo acepté tu presente y tu pasado, tus baqueteadas neuronas y tu proceloso historial erótico festivo.
Yo acepté tu presente y tu pasado, tus baqueteadas neuronas y tu proceloso historial erótico festivo.
Me enamoré como un gato. Error mío.
Cada latido de mi corazón gritaba: “¡Te amo con toda
mi infinita necesidad!”.
Al parecer no lo oías. Lástima.
Pródigamente usados por ti, mentiras y silencios me convirtieron en destino de un refinado dolor de alma de altísima
calidad, profundo e inconsolable.
Hasta que roto, rompimos.
Hasta que roto, rompimos.
Querida, no repitas este sádico proceder con
otras criaturas; no hay un solo sitio adonde la mente pueda huir, condenada a habitar un infierno circular de recuerdos intocables e irrepetibles durante un
tiempo abrasador de puro lento.
Juro que nadie merece semejante castigo sólo por amar.
-S.P.
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