En este momento en el que ustedes están leyendo esto hay
millones de toneladas de mercancías en movimiento en todo el mundo. Y, como hormigas insomnes, hay personas al volante de esos camiones que nos
hacen más fácil la existencia.
Cuando bajo al amanecer a la ciudad para trabajar,
puedo ver esas orugas gigantes cargadas de material para abastecer a la
insaciable capital. Qué prudencia tienen estos señores y qué paciencia. En el
pueblo hay conductores de TIR que pasan largas temporadas fuera de su casa en sus
rutas internacionales. Los veo pasear en sus días libres con la sencilla
alegría de quien está rodeado de su gente, de su idioma y sobre un suelo que no
se mueve.
Mi padre los admiraba. Yo también. Invito a tener un
pensamiento de gratitud para estos héroes anónimos.
-S.P.
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