El hogar del guerrero está en sus entrañas, al sur del
ombligo, y cuando encuentra a un enemigo digno de su acero ataca una y otra vez.
Enfebrecido, el sexo femenino despliega la fragancia y la suavidad del pan
recién horneado, el tallo de jade invade
el corazón palpitante de la flor y, tras las primeras lluvias, penetran la flor
trasera desgarrando la grieta de oro.
(A S.)
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