No es fácil criar niños. Tienes que dar el ejemplo todo
el tiempo. A veces es importante tanto para el niño como para quien lo cuida
entender que un niño no debe hacer ciertas cosas que el adulto hace. Eso no es
hipocresía. Es sabiduría.
Hubo una vez un niño que respondiendo a las
amonestaciones de su padre le dijo, “Tú haces las mismas cosas.” El padre llevó
a su hijo al taller de un escultor de figuras religiosas. En el patio habían
grandes bloques de alcanfor y palo de rosa. Dentro del taller habían deidades
en distintos estados de terminación, desde dioses con marcas recientes del
cincel hasta obras maestras brillantemente pintadas y doradas.
“Soy mayor que tú,” le dijo el padre, “soy más como una
de esas esculturas terminadas. Tengo mis logros y tengo mis defectos. Una vez
que la estatua ha sido tallada, no podemos cambiarle la posición de los
brazos.”
“Pero tú, hijo mío, eres como las piezas de madera en el
patio, aún por tomar forma. No quiero que tengas los mismos defectos que yo,
así que no te permito hacer ciertas cosas. Mírame. Sí, dices que sigo haciendo
ciertas cosas, ¿no te demuestra eso lo difícil que es enmendar un error una vez
que está grabado en ti? No me copies, y no cometas los mismos errores que yo
cometí. Sólo así te volverás más hermoso que yo.”
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