Cada vez que el PP hace una nueva pirueta en torno a
Bárcenas, negándose a dar explicaciones sobre lo ocurrido con su extesorero y
con la financiación del partido, hay más posibilidades de que aparezca en
España un payaso como Beppe Grillo en Italia. La gente no es tonta. Se demostró en las
manifestaciones del Día de Andalucía, con menos asistencia de la esperada por
los convocantes. En una comunidad autónoma con más de un millón de parados
resulta muy difícil entender que los que gobiernan estén al frente de las
pancartas.
La gente lo está pasando mal, mientras los políticos
actúan como si no pasara nada. La corrupción —sobre todo la nula respuesta ante
la corrupción— está acabando con la escasa credibilidad que aún mantiene la
clase política. Y la mentira, como forma de relación de los gobernantes con sus
administrados, aumenta día a día la desafección ciudadana hacia sus dirigentes.
En Italia, más que una alternativa de Gobierno, muchos ciudadanos optaron por
elegir a un movimiento que está en contra de los políticos. Por eso, al
problema de la abstención, se suma ahora este nuevo fenómeno. Muchos ciudadanos,
tras acudir durante años a votar tapándose la nariz, se dirigen ahora a las
urnas para hacerle una peineta a la clase política, hartos ya de estar hartos. La señal de alarma es inequívoca, pero ahí siguen ellos, en su mundo.
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