"(...) Nada de esto sabe el soldado Boeuf. Afanado
en su diaria tarea, el gastado uniforme tapado por un largo mandil sucio, había
estado acantonado en las afueras de la bonita y arisca Antequera, esperando que
se reuniera el largo río multicolor de la ingente fuerza militar gala hasta
convertirse en un mar cohesionado y bien adiestrado en las maniobras de la
guerra. Esta ciudad le impresionó por las numerosas iglesias y la hostilidad
tan poco cristiana de sus habitantes. También por las damas, por lo general de
carácter montaraz, que tenían ese rasgo de la mujer árabe que parece hablar con
la mirada. Madres, hijas y esposas se ocultaban al paso de las tropas tras
ventanas y balcones, mirando temerosas la soldadesca que había inundado la
milenaria ciudad. Era indescriptible el ensordecedor ruido que producía sobre
la piedra vieja de sus calles el trote de las abigarradas formaciones de
coraceros franceses con sus petos plateados, sus cascos empenachados y los
devastadores sables de hoja ancha y recta desenvainados que precedían a los
pesados trenes de artillería tirados por poderosos caballos percherones..."
-S.P.
(Para Mercedes)
(En la imagen un coracero francés)
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