Nadie es una autoridad suprema. La gente busca líderes, sacerdotes, gurús, y eremitas pensando que alguien tiene una fórmula precisa para vivir correctamente. Nadie la tiene. Nadie puede conocerte tan bien como tú a ti mismo. Todo lo que puedes obtener de un sabio es la seguridad que da alguna guía inicial. Puedes incluso pasar décadas estudiando bajo una persona extraordinaria, pero no deberías nunca someter tu dignidad, tu independencia y tu personalidad.
Con
demasiada frecuencia los que ostentan el poder, sea el que sea, confunden el disentir con deslealtad, y
castigan a la gente por el crimen de tener un punto de vista distinto. Ellos ya
no están en contacto con el Tao sino que articulan el convencionalismo que les
sirve. Tal vez el pánico a su propia muerte los hace aferrarse. Cuando los líderes se vuelven represivos, es señal de que su tiempo está
llegando a su término.
Un dicho acerca de los antiguos maestros decía que ellos eran como acero envuelto en algodón: Parecían suaves por fuera, pero aún así mantenían gran poder en el interior. Todos esperamos tener dirigentes como esos. Pero con frecuencia han perdido su mandato del Tao. Entonces, al ser puestos a prueba, son meramente hueso quebradizo y grasa. ¿Cómo podemos respetar a gente así?
-Sobre una meditación Taoista
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