“El abismo frío y sombrío es el mundo del tiburón boreal. Por allí abajo se desliza, despacio y en silencio, como una máquina de músculos. Con sustancias tóxicas en la grasa, la sangre y el hígado. Con los ojos sin vida y medio ciegos (…) lo único que desea es seguir vivo. Cada vez que consigue devorar una foca, o que hunde el hocico en el trozo de carne putrefacta de una ballena muerta, quizás sienta una especie de satisfacción automática, que su existencia está asegurada por tal vez otro mes. Y eso es lo único que quiere, ésa es su misión en la vida: seguir vivo hasta la siguiente comida. Los únicos seres con los que tiene contacto son aquellos a los que devora, excepto cuando fecunda los huevos, sin pasión ni ternura. Las crías desarrollan muy pronto unos dientes muy grandes y empiezan su vida de predadores caníbales ya en el útero, donde el más fuerte se come a sus hermanos y viene al mundo solo”.
- Morten A. Stroksnes / “El libro del mar”
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