EL INMADURO
Me pasa siempre, y duele, y confunde. Debe ser
algo relacionado con la desesperación de vivir. Si estoy en Barcelona, me
gustaría estar en Madrid.
Si estoy en Zaragoza, me gustaría estar en
La Coruña. Si estoy en La Coruña, me gustaría estar en la cima del Aneto,
comiendo setas venenosas bajo el cielo helado. Si voy al cine, en mitad de la
película me entran unas ganas revolucionarias de estar en mi casa viendo la
televisión. Si estoy sentado en el sofá viendo la televisión, me gustaría estar
muerto y enterrado en el cementerio, contando los días que faltasen para la
resurrección de la carne.
Todo me persigue, ciudades, cines, casas,
cementerios. Si estoy con amigos, preferiría estar con amigas. Si estoy con
amigas, me gustaría estar con enemigas. Si estoy con enemigas, me gustaría
estar en casa durmiendo la siesta. Si me compro unos zapatos con cordones, en
que salgo de la tienda y ando por la calle empiezo a envidiar a todos aquellos
que llevan zapatos sin cordones. Y también me pasa con las camisas, las
cazadoras, los pijamas, y las sandalias en el verano. Y también con las vidas:
si me pienso abogado, preferiría ser médico. Si médico, sacerdote. Si
sacerdote, hombre casado y con siete hijos. Si casado, soltero. Si soltero,
viudo muy apenado. Si viudo, monje. Si monje, matador de toros. Estés donde
estés, no has acertado por completo. Siempre hay algo más barato y mejor por
ahí. Siempre hay vistas desconocidas en el acantilado de la vida. Me está
matando esto de vivir una sola vida. La gran muerte de vivir en una sola forma.
-Manuel Vilas
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