“Cada historia tiene
un comienzo, pero pocas veces se le puede poner una fecha exacta. La de la
obsolescencia programada, por increíble que parezca, sí tiene un punto de
partida exacto. El 23 de diciembre de 1924 se reunieron en Ginebra los
principales fabricantes mundiales de bombillas, entre ellos compañías como
Osram, Phillips o General Electric. Allí firmaron un documento por el que se
comprometían a limitar la vida útil de sus productos a 1.000 horas, en lugar de
las 2.500 que alcanzaban hasta entonces. El motivo, claro está, era lograr
mayores beneficios económicos. Había nacido el primer pacto global para
establecer de manera intencionada una fecha de caducidad a un bien de consumo”.
-Guillermo Arenas en “Retina”
(En la imagen la bombilla más antigua, funcionando desde 1920)
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