Como hormigas
bienintencionadas, los monjes budistas partían de la gran madre India hacia el
interior de China llevando consigo el valioso equipaje de la palabra de Buda.
El mal, siempre presente, se manifestaba en ataques y robos a los religiosos en
aquellas vastas extensiones sin ley. La reacción de los monjes fue fundar
monasterios donde organizarse y desarrollar artes de defensa para su
autoprotección (Quan fa).
A lo largo de los
siglos estas artes fueron refinándose hasta llegar –grosso modo- en una de sus
ramas a lo que hoy conocemos como Tai chi chuan, o combate de los supremos
principios. Siendo éste un arte marcial enormemente complejo, sus fundamentos
contraponen la calma y la flexibilidad a la violencia y la rigidez para manejar
situaciones o adversarios, tanto externos como internos. Para ello es
imprescindible una conciencia corporal intensificada.
El Taichí es idóneo
para personas que carezcan de experiencia en este arte, así como para aquellas
que lo practiquen o lo hayan practicado y quieran implementar sus facultades
expresivas, mejorar su estilo y/o aumentar su conocimiento del aspecto marcial de
esta danza lenta, entendiendo fundamentalmente que el cometido de estas
técnicas, llamadas “aplicaciones”, será el entrenamiento y desarrollo de cada
uno de los hemisferios cerebrales. También es perfecto para quienes, por
razones profesionales o motivos personales, deseen mejorar sus habilidades
motoras o su memoria.
Necesitamos conocernos
a nosotros mismos y aceptar la responsabilidad de conocernos mejor que nadie.
El cuerpo no nos pertenecerá jamás si no tomamos posesión de él. Pero no será
una posesión fingida ni histriónica. A través del Taichí se puede iniciar la
construcción de un refugio interior y desarrollar un respeto inagotable hacia el
propio cuerpo como la única pertenencia verdadera que poseemos.
-Salvador Palomo, 2018
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5 comentarios:
👏👏👏👏👏 bravo!
Muchas gracias.
Con frecuencia cito a la inspiración a una hora, pero ella no se da por enterada y no viene.
De la nada, nada puede hacerse.
A veces, será la edad, me pregunto para qué seguir ocupando sitio en la inmensa barriga de Internet con estas soflamas, si después de casi once años no pasa de diez o veinte las personas que leen este blog.
Es una apuesta vacía. Un trabajo estéril. Cualquier día un trabajador de Google le dará al botón equivocado y tanto sudor neuronal quedará en un recuerdo fugaz.
De todas maneras gracias de nuevo y que llegue pronto el fin de semana. Aunque no sé muy bien para qué...
Un abrazo.
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Tu blog es especial, te animo que lo sigas haciendo
No lo cierres🙏🏻
Gracias.
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