“Aquel verano,
mientras trataba de escalar por primera vez La
montaña mágica, decidí dejar de lado la misa del domingo y sustituirla a
las doce del mediodía por un baño en el mar, y realizarlo como si se tratara de
un acto litúrgico. ¿No era, acaso, el mar un dios más asequible, más profundo,
al que bastaba con abrazarlo desnudo para sentirte poseído por su belleza”?
-Manuel Vicent en EL
PAÍS
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