Mi
nombre es S. Soy un soltero huraño y sesentón. Hace dos años y medio, la que
por entonces era mi pareja decidió que yo no tenía nada más que darle. Para
mitigar el incipiente duelo solía pasear con mi perro por caminos y senderos
cercanos al pueblo en el que vivo. En la parte más próxima a la sierra, junto a
la ruta que lleva a los manantiales, un pino de unos tres metros de alto nos
regalaba su sombra en verano y su vitalidad verde todo el año. Enclavado
justamente a su lado, un viejo madero soportaba un cable de la luz desde hacía
tiempo.
Un
día, el dueño de la finca perpetró una poda salvaje al joven pino con la
intención de facilitar la labor de los operarios de la empresa de energía
eléctrica, para sustituir el antiguo poste por uno de cemento. El árbol pegó un
bajón tremendo. Parecía no ser capaz de superarlo. Yo tenía talado el corazón
por el abandono y él tenía su cuerpo elegante y fibroso casi vencido por la
inmisericorde mano del hombre.
Han
pasado unos tres años de todo eso y yo seguía sin encontrar la manera de digerir
los hechos que me dejaron uncido a la ley escueta de la soledad. Pero esta
primavera, al pasar junto al pino, me di cuenta de lo mucho que había crecido y
de que, superando en altura al poste nuevo que lo violentó en su momento, había
comenzado a abrazarlo. No sólo había remontado la crisis y ahora ofrecía a los
caminantes una más grande y tupida sombra, sino que había empezado a envolver
delicadamente con sus olorosas ramas al trozo de cemento muerto que implantaron
a su lado. Un prodigio de amor natural. O al menos así lo quise ver. Fruto de
esta pequeña iluminación, tomé conciencia de lo afortunado que fui al haber
sido objeto del amor de una mujer tan inteligente, cariñosa y pasional durante
un tiempo limitado e inigualable.
Voy
a entrando con desgana en mi vejez. De manera inexorable, cada vez soy más
trasparente para las mujeres. Una pequeña historia de origen griego habla del
poeta Euforión, que al no poder volar se conformaba con dar saltos. Muy
posiblemente en mi caso, o mejor dicho en mi ocaso, no tendré el gozo
embriagante de volar con otro amor, pero debo aprender a endulzar la nevada de los
años con el recuerdo de unas aventuras intensamente eróticas y emocionales vividas
con mi última pareja. Cuando comprendí esto, abracé con total sinceridad desde
mi corazón a mi ex compañera, y así permaneceré hasta que el tiempo me
disuelva.
-Salvador
P.
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4 comentarios:
Qué bonito!
Un abrazo mi Salva 😚😚
Otro para ti, mi preciosa y fugaz amante.
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La vida fluye...revive...vívela
Gracias.
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