“Si bien sus infidelidades
no aparecían en los periódicos, los rumores eran incesantes. Varios periodistas
sospechaban que entre sus amantes se incluían, entre otras, dos jóvenes actrices
de Hollywood, una joven licenciada de Radcliffe que vivía en Boston, una atractiva
secretaria de la Casa Blanca, la amable cuñada de un ejecutivo de una empresa
de comunicaciones y una hermosa divorciada que residía en Los Ángeles. Si en
los años sesenta no se hizo público el nombre de ninguna amante para
personalizar ese afán secreto del presidente, o para escandalizar, se debió a
que él, a diferencia de sus antecesores, no deseaba tener una amante; prefería la
variedad y, según un periodista que le conocía a fondo, podía hacer el amor con
la misma rapidez y desapego con que nadaba en una piscina, lo que no es motivo
para denigrar su afecto por las mujeres que compartían su cama, sino más bien para
sugerir que, para él, el coito no representaba un acto complejo por el que
debía comprometerse. Era un abandono al puro placer, un saludable ejercicio que
aliviaba su tensión y le producía la deliciosa sensación de estar vivo”.
-Gay Talese / “La
mujer de tu prójimo”
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