Hace años, tuve una larga y gozosa conversación con
Vicente del Bosque. Coincidimos en un programa de televisión que ocupaba la
tarde y la noche. Hablamos de muchas cosas, incluida la ciudad que nos parió a
ambos. Le comenté que allí vivían mis ancianas madre y tía, mi única familia y
que el alzhéimer había empezado a cebarse con ellas. No volvimos a vernos.
Hasta hace unos días. Casualmente. El hombre más popular, halagado y
glorificado (justamente) en este país lo primero que me dice es: “¿Cómo están tu
madre y tu tía?”. Y noto que se me hace un nudo en la garganta. Lo suyo se
llama educación, humanidad, respeto, clase. Bendito sea.
-Carlos Boyero
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