En
2010 Marc Fumaroli publicó un ensayo, "París-Nueva York-París". Viaje al mundo de las
artes y de las imágenes (Acantilado), en el que anticipaba algunas de las ideas
que han alimentado el nuevo ensayo de Mario Vargas Llosa sobre la banalización
de la cultura y en el que arremetía contra la democratización del arte,
entendida como la igualdad entre el David de Miguel Ángel y la sopa Campbell de
Warhol. No hace falta añadir que este último le parecía un decorador de
escaparates venido a más. Cree que primero fueron los americanos, y ahora los
nuevos ricos los que, talonario mediante, deciden dónde hay un artista. Y
planeando sobre este mundillo hay una gran diosa perversa: "La publicidad
se apropia de los individuos antes de que la familia o la escuela puedan
intervenir. La posibilidad de distanciarse se hace cada vez más difícil, pero
la persona cultivada es alguien que se escapa a ese mundo de espectáculo y
publicidad".
Fumaroli
siempre ha sostenido que el Estado debería quitar sus sucias manos del
dirigismo cultural y sus glorificaciones interesadas, y volver la mirada a los
dos pilares donde se funda la conciencia colectiva en la sociedad moderna: la
educación y la televisión, en toda su amplitud tecnológica. Los lugares donde
los jóvenes reciben la formación en horas diarias de exposición, donde se
asienta la cultura de verdad, con c minúscula.
-De EL PAÍS
(En la imagen monsieur Fumaroli por John Dubrow)
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