martes, 3 de abril de 2012

MÁS LITERATURA

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"En una céntrica calle poblada de ruidosos bares donde la gente parecía divertirse, se encontraba el gimnasio de artes marciales. Me sorprendió ver luz en el dojo un sábado por la noche. Ese día no había clases. Abrí con mi llave y en silencio entré en el recinto. Tendido en el tatami de color amarillo, el joven Hato, ayudante del maestro, vestido con ropa de calle, lloraba aparentemente ebrio pidiendo perdón al hijo que no tenía por no saber encontrar a su madre. Decía, entre gemidos, no alcanzar a comprender por qué era invisible para las tentadoras y deseadas mujeres que no eran geishas ni prostitutas..."




- Ipiki Okami / Noches de verano




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