miércoles, 12 de noviembre de 2008

CONCLUSIONES


“En una noche oscura y fría, algunos erizos descubren que si se juntan tienen menos frío. Se acercan cada vez más, pero son erizos y se pinchan unos a otros. Asustados se apartan.
Cuando se alejan se lamentan de haber perdido el calor pero, al mismo tiempo, temen pincharse. Pasado un tiempo y venciendo el miedo, vuelven a juntarse y se pinchan de nuevo. Así siguen durante algún tiempo hasta que descubren una distancia que les permite darse calor sin lastimarse”.


No hay que pensar mucho para darse cuenta de que en la anterior historia escrita por Schopenhauer los humanos son los erizos. El miedo a la soledad, el miedo al yo y a la individualidad, el sentimiento gregario, o simplemente porque, como señaló Aristóteles, el hombre es un animal político -es decir, social- y esto les lleva a reunirse en comunidades. Pero hay algo en forma de espina -ya sea el egoísmo, el odio, etc.-, que lleva a que si nos acercamos demasiado los seres humanos nos hacemos daño unos a otros. Por eso, la sociedad, siguiendo unas convenciones, establece una distancia mínima entre seres humanos. Esta distancia mínima es la de los buenos modales, el saber estar y la cortesía. De no existir nos pincharíamos unos a otros, y la convivencia sería insoportable.

Algunos hombres no necesitan tanto la calidez de sus congéneres porque la llevan incorporada en su interior. Por supuesto, se les ve como a bichos raros. Evitan reunirse en sociedad, porque no lo necesitan. Así se salvan de causar o de que les causen malestar. Siempre tiene que haber peces que naden contra corriente.




-Alejandro Gamero



(Que te mejores M.J.)
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4 comentarios:

Anónimo dijo...

Muchas gracias, maestro, en ello estoy. Muy interesante lo de los erizos. M.J.

El jardinero dijo...

Gracias y ánimo.

Mariano dijo...

Buena reflexión, buenos pensamientos, buen realismo.
Saludos de una mezcla de erizo y ostra...
Mi blog es www.locutogger.blogspot.com
Gracias!

El jardinero dijo...

Hola M.L. Bienvenido al jardín. Es un honor tener un invitado del otro lado del Atlántico. Un abrazo.