
Un chillido estridente rompe el silencio de las estancias palaciegas y el sosiego de la legión de sirvientes. En sus aposentos, el aire cargado de perfumes casi se mastica, un espejo le acaba de descubrir a la enfurruñada María Antonieta una arruguita en su largo cuello. Versalles, verde y piedra, barrunta rojo y hierro.
- S.P.
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