sábado, 10 de febrero de 2007

ARTES SUPERIORES


Esta es la historia de un emperador chino que llamó un buen día al mejor de los muchos dibujantes de su corte –ya se sabe del gusto chino por las caligrafías y los dibujos rápidos con pincel– y le pidió que le hiciera el retrato de un pájaro. El dibujante asumió el encargo y se retiró.

Pasaron los meses. El emperador, que no olvidaba su petición, mandó recado al concernido. «¿No tenemos nada?», le preguntaron sus enviados. «Decidle a mi señor que estoy en ello», respondió el artista.

Lo mismo sucedió a los dos años. Idéntica pregunta, la misma respuesta.

Cuatro años después, el emperador, ya decididamente molesto, optó por ir en persona a ver al dibujante. «¿Seguimos sin dibujo?», le inquirió, con gesto adusto.
El dibujante, con aire ensoñador, masculló: «Ah, sí, sí... El pájaro... Un momento». Y tomó entre los largos dedos de su mano derecha un pincel de delicadas cerdas, lo hundió en el tintero y zas, zas, zas, marcó media docena de decididos trazos sobre un pergamino.

Aquellas pocas enérgicas rayas, por momentos delgadas, de pronto más gruesas, se engarzaban entre sí dando vida a un pájaro maravilloso, lleno de fuerza y de energía, que parecía estar a punto de tomar vuelo desde el cuidado papel del esteta.

«¡Qué portento! ¡Qué manos tienes, hombre genial!», exclamó el emperador, extasiado.

Pero, al cabo de un instante, volvió su mirada, de nuevo adusta, en dirección al dibujante. «¿Y para dar media docena de brochazos has necesitado cuatro años?», le reprochó con enfado.

«Sed tan amable y bondadoso de acompañadme a mi estudio, señor», respondió el artista. Y condujo al emperador hasta el enorme salón de techo acristalado que utilizaba como lugar de trabajo. Por todas partes –paredes, suelos, ventanas, escaleras–, se veían dibujos de pájaros, en todos los colores, en todas las posiciones posibles. Cientos y más cientos de dibujos de pájaros.

Se volvió entonces el artista hacia el emperador y le dijo con voz de acento cuidado: «Señor: para que pudiera dar los seis golpes de pincel correctos, éste tu devoto servidor ha necesitado dibujar durante cuatro años muchísimos miles de trazos torpes, inconvenientes, errados».

(El cuento no es mío y el dibujo es de Kasun J. Bandara de 8 años y se llama "Los pájaros y las vendedoras de fruta")







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1 comentario:

Runas dijo...

Creo que ese pintor, fue constante y paciente, no le importo dibujar una y otra vez el pajaro,para aprender bien sus trazos y a ellos tambien le ayudo la constancia en su trabajo.
Arturo Graf dijo. "La constancia es la virtud por la que todas las cosas dan su fruto.