viernes, 23 de febrero de 2007

MÁS CLARO....


De todo quedaron tres cosas: la certeza de que estaba siempre comenzando,

la certeza de que había que seguir

y la certeza de que sería interrumpido antes de terminar.

Hacer de la interrupción un camino nuevo,

hacer de la caída un paso de danza,

del miedo una escalera,

del sueño un puente,

de la búsqueda ...un encuentro.


Fernando Pessoa.


(La ilustración es "el jardín" de Paul Klee)






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2 comentarios:

Runas dijo...

De todo tenemos que sacar una enseñanza en la vida, y esta siempre tiene que ayudarnos a avanzar.

Anónimo dijo...

Son LAS PLANTAS en negro como sombras chinas en el cuarto oscuro de los ficus: macetas siluetadas por el negro que así nos fija en la policromía del damero (recortadas hacia dentro del recuadro:) con las manos en la mesa, con los ojos en la masa variopinta del jardín: novísima hipnoapuesta: ¿los pigmentos son pasados por el agua, son azulejos aguados o acuarelas,para mejor fijar a cada cuadro de Arlequín, para MEJOR FIJARLO CON LAS MANOS DE LS FICUS Y CON EL AGUA acuarela, mejor fijarlo por/para/como plantas en el jardín?
¿Densidad? ¿Peso específico? Como patrón de medida propongo las sábanas al viento que pasa por los campos de entonces y los campus de ahora montado, el viento, en el avión de todo aquello que amanece y que comparte las esporas de la purifiación.
Los pigmentos reciben la mojá no sea que venga la brisa y los levante del jardín: no sea que en el silencio del jardín se acerquen los pasos del acángel del faro -¡llora la mar a luna llena¡ con unos bonitos pendientes colgando de la oreja: un guache de Alexander Calder (el gran Taichista de la escultura moderna)a modo de pendientes, y se ponga de puntillas sin espinas la túnica sin nombre, la que no produce apenas sensación ni emoción, la plenitud de un intervalo, la que se embebe el agua de la calabaza de una verja con postes y macetas en un cortijo o finca en ruinas que estaba en internet desde hace lo menos doce siglos: el viento satura o borra en su batalla los colores del manto arlequinado del jardín, su batalla es por la representación; pero la brisa no se opone, ya que trabaja a favor de la des-representación según el método de juntar calma con vacío y peinar el cruce por sutilísimos enredos de colores en las nubes.
El viento limpia o desgasta a los colores, pues lo mismo le entra a la montaña que a las alas de una mariposa, para él todo es noticia; la brisa, en cambio, se los pule (si se secaron azucenas y jardines): la brisa es un viento que a base de fuga y lejanía se "abrisinia" y le escribe una carta a una campana la que no oía desde hace tiempo: la mejor instantánea que conozco de la brisa es de un gran maestro calígrafo chino del siglo IV llamado Wang Xizhi (trazos de una desolación tan sutil y hermosísima, que te retumban y despliegan papelillos de colores, domingos de piñata y los últimos acordes de un hacha, una mirada, una camisa negra y resudada por el abuelo que en la montaña aún sigue bajando para subir a hacer carbón: no es que haya falta en el cielo de carbón: el abuelo baja para subir al monte a liarse un cigarrillo de brisa en la brasa de un suspiro con los suyos... y todo esto se resume en dos:
verso uno: la música callada del jardín se despierta con la brisa en desmayo que pasa por su huerta -que es la puerta del jardín, no sabemos si de entrada o de salida o acaso de ambas rotantes-
verso dos: acto seguido las nubes se llevan los dameros de colores en pié de brisa, siguiendo el método del poeta chino del siglo VIII Li-Bo, "el Prícipe de los poetas". Poema a Yuan, en memoria de los paseos de antaño. (Léase su obra Quan Tang shi, tomo V, página 1770. Publicado en Pekín 1979. ¿Tengo que decirlo? Pues sí. Hay traducciones a otras lenguas.