“Grabado a
fuego en la memoria, con trazos más imborrables que tus penas o alegrías, arde
el recuerdo de las veces en que hiciste el ridículo. Todavía te escuecen
aquellas carcajadas y aquella vergüenza. Durante la adolescencia —nuestra
zambullida hormonal en el melodrama y el malditismo—, aprendemos a temer la
burla ajena por encima de todas las cosas, y nos adentramos en la edad adulta
demasiado serios y envarados.
Pasa el tiempo y seguimos sin saber afrontar
nuestras imbecilidades y nuestros tierra trágame, el espectáculo cómico que
somos para los demás. Aprender a reírnos de nuestros propios desastres es un
recurso elegante para momentos bochornosos; en palabras de Boris Vian, la
cortesía de la desesperación”.
-Irene Vallejo en EPS
--------------------------------------------
No hay comentarios:
Publicar un comentario